miércoles, 23 de junio de 2010

"VILLA AMALIA", la huida de una mujer hacia la soledad en busca de sí misma.






A pesar de ser un autor prácticamente desconocido en nuestro país (yo es la primera película que he visto suya), Benoît Jacquot tiene ya una larga trayectoria como director desde que comenzara a realizar cine a mediados de los setenta. Amante de la literatura e interesado en las teorías psicoanalíticas, su prestigio se ha ido labrando gracias a su pulcritud a la hora de realizar adaptaciones literarias. Desde Fyodor Dostoyevsky, Franz Kafka, Henry James, Jorge Luis Borges, Marivaux, Yukio Mishima hasta Marguerite Duras, Jacquot ha configurado a través de su obra un rico panorama intelectual y filosófico reflejo de las inquietudes de la época que le ha tocado vivir. A menudo se ha servido del retrato de personajes femeninos esquivos o inseguros, en proceso de búsqueda de su propia identidad, que se internan en tortuosos caminos de auto-conocimiento a través de la experimentación con actitudes y posturas que les hacen enfrentarse con los demás pero también con sus propias inseguridades.
Y es en este sentido en el que podemos inscribir su último film, Villa Amalia. La película encaja a la perfección con ese propósito practicado a lo largo de su carrera: de nuevo parte de una adaptación literaria, en esta ocasión del escritor Pascal Quignard, vuelve a trabajar con Isabelle Huppert en su sexta colaboración juntos y regresa a los ambientes burgueses en los que ha desarrollado buena parte de su obra, y, sobre todo, vuelve a centrar la narración en la metamorfosis que sufre una mujer y en el proceso de cambio que la conduce a alcanzar su libertad, tanto física como mental y espiritual y, en definitiva, su felicidad. Isabelle Huppert interpreta a Ann, una prestigiosa pianista intérprete y compositora que se ha de replantear toda su vida después de conocer que ha sido víctima de una infidelidad. A partir de ese momento, todo su mundo se desmorona y decide emprender un camino de huida hacia la soledad de sí misma. Jacquot construye una película cortada y seca, aunque sensitiva, muy influida por los ritmos y el tempo musical de los acordes de su protagonista pianista y capaz de crear atmósferas contrapuestas de un plano a otro que nos conducen desde la ansiedad y el desconcierto, hasta la serenidad que desprende un luminoso día de playa. Juega con el sentimiento sin sentimentalismo y modula austeramente el silencio, la rabia contenida y la desazón. Villa Amalia es un film sobre lo terrible y a la vez hermoso que puede ser la soledad, también sobre el proceso de despojamiento de lo que todos tenemos que quitarnos si queremos llegar al núcleo de nuestros miedos más íntimos para actuar sobre ellos. En ese sentido, Ann se enfrentará no sólo a su marido, sino también a su padre (curioso dibujo del personaje de un padre judío que también ha huido -como ella- de los gritos y cortinas de su esposa), un padre que la abandonó siendo pequeña y que ahora regresa a su vida. Ann romperá también con su profesión para alcanzar emociones que la perturban pero que al mismo tiempo se convierten en su catarsis. Isabelle Huppert vuelve a regalarnos un trabajo de intensidad interpretativa irreprochable en un personaje aparentemente frío y cruel con lo que le rodea, pero decidida e imperturbable en su propósito. La película es ella, su personaje, y nada más. Ella y un director que la mima en cada plano y sabe sacar la fragilidad que alberga su aparentemente helado corazón.
Los enfoques "nouvellevaguescos" de los silencios contemplativos y del encuentro con la vieja Amalia, los baños haciendo el muerto en el mar de Ischia, y los encuentros rohmerianos al sol con los italianos en el barco, consiguen hacernos sentir ganas de seguir viendo cine francés tan exquisito y profundo como éste. Todo ello con una puesta en escena punzante, cortante, seca minimalista y elíptica. Un estilo que oscila entre la asonancia de la música vanguardista y el naturalismo literario y minimalista de la nouvelle vague, y cuya eficacia reside en la mezcla entre lo natural y lo psicológico.

Jacquot convierte "Villa Amalia" en una obra reflexiva que consigue llevar a fondo la exploración de lo femenino que se ha ido gestando en su filmografía. Para este proceso explorador juega un papel fundamental su puesta en escena basada en la sequedad y lo contemplativo y, sobre todo, en el modo en que se muestra el sentimiento de fascinación por un paisaje y una actriz. En este sentido se relacionaría con el cine de Rohmer. Porque el cine de Benoit Jacquot , como el de Eric Rohmer, precisa de un ojo sensible para no dejar pasar pequeños matices relacionados no sólo con la disposición de los personajes en los encuadres o con la utilización de los colores, sino también con el uso de la banda sonora o del sonido exterior. Una mujer que huye de su pasado en busca de la libertad y de sí misma y, en definitiva, en búsqueda de su felicidad.

miércoles, 16 de junio de 2010

PARADA EN SECO. (Relato), 2010.


PARADA EN SECO



Viajo en tren con el espíritu muy decaído. Estoy rodeado de gritos e insoportables parloteos. No es sólo porque mire a través del cristal de mis ojos al pasar por un túnel por lo que veo oscuridad.

Vienen fríos revisores pidiendo billetes de tren, ahora. Hay cotilleos interminables, figuras borrosas que emergen en cada estación y gestos aburridos y ajenos que ven pasar nuestro tren.

De pronto aparece ella. Entra en mi compartimento y se sienta frente a mí. La miro, ella lo hace breve, impasiblemente y no parece inmutarse. No puedo dejar de mirarla pero no me atrevo a hablar con ella. No olvido las pocas veces en las que he sentido que alguien va a ser importante en mi vida, es como una vibración, un cambio en mi conexión con el mundo y una atracción. Y esta es una de ellas; estoy seguro. Parece como si algo le llamara la atención en mí…
Pero ella no parece saber lo que es, ni se lo pregunta, se limita a hacer lo que siente, que es mirarme pero con cierta indiferencia. Lo último que quiero hacer yo es mirarla, pero entonces hago justo eso, y chocan nuestras miradas. Hay redes de miradas que sostienen el mundo. Encuentros azarosos, pero inexplicables: la vida no puede ser de otra manera.

Me miro en un espejito que hay en el compartimento. Mi pelo ya cano y mi barba mal afeitada no afean mi imagen. Ahora parece que quiera devorarme con los ojos, y atravesarme, interrogante, con la mirada. No puedo salir de mi escondite, no. El vagón se mueve velozmente por túneles negros; sólo ella es la luz…

El tren se para. Ella se despierta. Mira por la ventanilla unos instantes como si buscara algo, se levanta y sale del vagón, dejando tras de mí las puertas cerradas. Yo, permanezco unos segundos inmóvil hasta que me lanzo contra la ventana, aprieto las manos contra el cristal, no puedo contener las lágrimas. Unos segundos solo, pero ella, que ya se ha bajado, se aleja despacio por la estación... Ahora se vuelve por última vez, como para confirmar que yo estaba allí… Siempre tranquila, se para y entreabre los labios como si fuera a decir o gritar algo pero calla, me mira otra vez con cara compasiva y parece que fuera a volver a subir al tren. Pero, al fin, se da media vuelta y se aleja.

El tren sigue su trayecto. Cierro los ojos y suspiro… Sueño lo que no fue, sospecho que he faltado a la cita con el destino y cuento cuántos somos los que perdemos nuestra oportunidad. Tú, yo, miles… Ahora el tren se detiene de nuevo. Parada en seco.

martes, 15 de junio de 2010

ARLEQUÍN CON MANDOLINA.


Era un arlequín extraño, de los más extraños,
ninguno adivinar podía el misterio de sus años.
Bajo su antifaz blanco, en su rostro sin color,
reinaba la huella del dolor.
Sólo brillaba en su cabeza un gorro,
de color rojo triunfal
como sobre las nieves del polo,
la aurora boreal.
Siempre con una mandolina se sostenía
y sólo la luna llena, detrás, le sonreía.

viernes, 4 de junio de 2010

IO SONO L’AMORE, primorosa tragedia operística de la alta burguesía italiana



La casa de los Recchi es un edificio coherente con la alta burguesía industrial que la habita entre amplios salones. Es Navidad y Emma y Tancredi, sus hijos: Edoardo, Gianluca y Elisabetta, los parientes, amigos, abuelos, celebran, entre las referencias a las generaciones anteriores y a las futuras, entre las estancias y los corredores, los jardines nevados, las grandes cocinas de Villa Recchi, el traspaso de funciones en el liderazgo de la empresa y la búsqueda de la consolidación de los papeles dentro del esquema de la clase a la que pertenecen.
Tanto Emma (la dueña de la casa, de origen ruso y que con los años se ha mimetizado con la familia de su marido) como Antonio (amigo de su hijo Edoardo, un joven cocinero poco amigo del compromiso y que concentra sus emociones en los platos que no le acepta su padre para el restaurante de la familia) son dos criaturas inorgánicas para los universos en los que gravitan. La pasión que los lleva a colisionar destroza todos los vínculos y los pone en contacto directo con la naturaleza, de la que Antonio extrae la vida para sus creaciones, y de la cual Emma se había alejado para construir su identidad. El precio que tendrá que pagar es muy alto, y sólo habrá una posibilidad de redención: el amor pasional y transgresor. La protagonista Emma (Tilda Swinton) siente el aburrimiento de su vida y decide respirar la naturaleza y compartir sus sensaciones con el cocinero con quien compartirá sensualidad y sexo. Cada secuencia está planteada con un mimo casi pictórico. Esa cuidadísima armonía visual responde, quizá, a una sobredosis del drama, en el sentido de que Guadagnino trabaja en umbrales de intensidad barrocos y viscontianos.

Guadagnino crea una atmósfera turbia y de irresistibles emociones al límite en sus secuencias finales, aunque sin caer en el melodramatismo aunque sí en la tragedia final que se refuerza grandiosamente con la espléndida e insistente banda sonora de expresiva percusión de John Adams.

Haciendo un guiño a sus paisanos Visconti y Antonioni, Guadagnino disecciona con estimable sensibilidad la desintegración del imperio doméstico víctima de las embestidas incontrolables de la pasión, el amor desatado, el deseo y el sentimiento. La cinta, liderada por una espléndida y esforzadísima Tilda Swinton, se tiñe de vehemencia y de tono operístico, pero no deja de ser un muy notable estudio de personajes, una película cuidadísima en forma y fondo que desnuda el rostro más desolador del capitalismo burgués pero infeliz corruptor de almas y capaz de destrozar la felicidad de los humanos que lo padecen.

martes, 1 de junio de 2010

Calendario 2010: "EL AMIGO DEL DESIERTO". JUNIO. Texto: Pablo d'Ors.

JUNIO













La memoria flaquea en el desierto:
puede suceder que uno no sepa dónde está
ni quienes son los que le acompañan…