domingo, 10 de octubre de 2010

Mis tardes con Margueritte, ternura, sencillez y amor a las palabras y a la lectura a raudales.


Mis tardes con Margueritte,
ternura, sencillez y amor a las palabras y a la lectura a raudales.

Tras 'Conversaciones con mi jardinero', hemos disfrutado de otra deliciosa comedia con ribetes tiernos y ejemplares del cineasta galo Jean Becker, centrada en las relaciones entre un hombre semianalfabeto y una anciana letrada. El francés Jean Becker quiere volver a emocionar a los espectadores como ya hizo en sus anteriores trabajos, con "Mis tardes con Margueritte". La historia narra el encuentro entre Germain, un cincuentón fracasado y obeso, y Margueritte, una anciana apasionada por la lectura. Cuando ella empiece a leerle novelas, Germain descubrirá la magia de los libros. La desgracia llegará cuando Margueritte se vaya quedando ciega, lo que empujará a Germain a leerle extractos de sus libros favoritos, motivado por la mezcla de admiración y amor que siente hacia ella. El cincuentón Gérard Depardieu y la nonagenaria Gisèle Casadesus son los protagonistas de este sencillo drama, sin más pretensiones que reflejar los sentimientos más puros del ser humano. Buenas intepretaciones y un guión de mucha calidad demuestran que el cine francés ha revivido su época dorada.
A partir de tan sencillo argumento, 'Mis tardes con Marguerite' embarca al espectador en un tierno y ejemplar viaje hacia el conocimiento, donde un hombre poco educado, (magnífico Gérard Depardieu), y una abuela al final de sus días, pero aún lúcida y con unas enormes ganas de vivir (inolvidable Gisèle Cassadesus), se complementarán a las mil maravillas. Lo cual da paso a una ejemplar lección vital, por medio de la cual se demuestra que nunca es tarde para aprender y menos aún para ser feliz.
La lectura, la convivencia, el valor de la amistad, la bondad, la tolerancia, la educación y la imaginación son conceptos que brillan esplendorosos en esta película señera, de una ternura a flor de piel y un encantador sentido del humor. Sazonada con emoción contenida y captada con ternura por la cámara de Jean Becker con toda propiedad. No en vano se trata del hijo de uno de los más grandes directores de la historia del cine francés, Jacques Becker, autor de 'París, bajos fondos' (1951). La trama discurre apacible, sin prisas, plena de diálogos pausados y extractos de capítulos de novelas célebres. Un filme, en suma, realizado con una sensibilidad extrema, poniendo especial atención en los pequeños detalles, en la ironía sin malicia, en la melodía de las miradas y en la belleza moral de los seres humanos que protagonizan la película. Todo se dice con certeros toques y una cámara pudorosa en esta fábula tierna y bella, y es precisamente esta delicadeza en la expresión y las situaciones lo que confiere trascendencia humana a 'Mis tardes con Marguerite'. Tal vez sólo una mayor ambición en el guión y en los personajes que rodean y acompañan al dúo protagonista y un mayor vuelo en la relación literatura y situaciones vitales hubiera podido convertir este film en una obra maestra. Gran película, de todos modos.

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