lunes, 20 de junio de 2011

CINE Y ESPIRITUALIDAD RELIGIOSA: A propósito de la Revisión de "LA MISIÓN", 1986, de Roland Joffe.










CINE Y ESPIRITUALIDAD RELIGIOSA:
A propósito de la película “LA MISIÓN”.

El pasado domingo, día 19 de junio, vi de nuevo con un grupo de amigos teólogos y poetas peruanos la gran película “LA MISIÓN” que ya me había impresionado mucho en su estreno. Han pasado muchos años desde su estreno (en 1986), pero esta película de Roland Joffe, sigue siendo un buen instrumento para meditar sobre religiosidad y espiritualidad.
Incluso analizar esta película como recurso didáctico para nuestra vida puede ser eficaz, sobre todo a través de alguna de las escenas más brillantes del film, como el diálogo en la cárcel entre Rodrigo (Robert de Niro) y el P. Gabriel (Jeremy Irons). Este vibrante diálogo, la penitencia que se auto-impone Rodrigo en forma de ascensión de las cataratas y el camino hasta que se siente liberado de su pecado, representa un excelente medio para profundizar en temas como el arrepentimiento, la penitencia o el perdón, propios de nuestro tiempo.


La película "La Misión" constituye un bellísimo canto a la Caridad en medio de la sublime Naturaleza.
Señalemos lo que la película nos muestra y nos transmite.
En la pantalla vemos las misiones jesuíticas del Paraguay durante los siglos XVI-XVIII. Primero, el esplendor en la promoción indígena, y después, la caída -con vuelta de los indígenas a la esclavitud-, tras el paso de los territorios a Portugal en 1750. Hermosa y conmovedora película. Los hechos mostrados en la película ocurrieron realmente, en 1756, en la frontera entre Paraguay y Brasil. Junto a las cataratas de Iguazú, los ejércitos español y portugués asesinaron indiscriminadamente a 1.400 indígenas.
La Iglesia, acostumbrada como estaba a disfrutar, sin oposición, de su vasto dominio durante los siglos predecesores, estaba sintiendo cómo su poder disminuía y su posición empezaba a lucir más frágil ante las monarquías, entre muchas razones, por el cambio de pensamiento que, aproximadamente en esa época histórica, ocurrió en la sociedad europea. Tal cambio consistió, en dejar de considerar a la religión como el "ombligo del mundo".
Por lo tanto, la Casa de Dios en la Tierra estaba expuesta a una mayor desventaja a la hora de disputar por poder. De esta manera, las Coronas europeas podían ejercer mayor presión para lograr sus avariciosos objetivos, y La Iglesia, para mantenerse a flote, no le quedó otra alternativa que acceder a las imposiciones imperiales a merced de su propia desmoralización. Una de esas exigencias, consistía en prescindir de las misiones que los frailes habían logrado con titánico esfuerzo en tierras del Iguazú –no sin alegar que existían abundantes quejas de aquellos, por obstaculizar y no colaborar con la causa del Rey–. Esto significaba, para los misioneros, destruir años de "evolución" y dedicación en la "recuperación" de las almas indígenas; significaba demoler un imperio de esperanzas –incluyendo la de los indios–, de amor, de ilusión, que con tanto trabajo había sido construido, cosa que no estaban dispuestos a aceptar dócilmente. Por otra parte, para La Iglesia, al permitir tal acción significaba no perder su estatus, no perder su poder.

Por ello, una de las razones por las que los conquistadores realizaron estas acciones fue porque al ver que los jesuitas estaban cristianizando a los nativos, y de alguna manera, sacándolos del estado salvaje en que vivían, sintieron amenazado el éxito de sus acciones, ya que al estar organizados los indígenas hubiera sido más difícil someterlos.
La confianza que los jesuitas sembraron en los guaraníes fue la base para lograr construir las Misiones en América del Sur. Pero como muchas veces ha sucedido, las buenas obras son destrozadas por afectar los intereses de los económicamente más desarrollados.

En esta película se muestran claros ejemplos de la libertad que como seres humanos tenemos. Los nativos no fueron obligados a seguir a los religiosos, fueron ellos por su voluntad y libertad quienes decidieron contribuir en la construcción de la reducción de San Carlos, guiados por el Padre Gabriel, quien con su fe logró desde la simpatía de los guaraníes hasta el arrepentimiento de Mendoza, tratante de esclavos, quien luego de matar en un duelo a su hermano decide seguir a los jesuitas y, después de pagar por su crimen, unirse a la hermandad. El arrepentimiento también es una forma de demostrar la libertad de conciencia.
¿Cuál es el mensaje religioso y espiritual de la película?
La película comienza cuando la caridad del crucificado es arrojada al maligno torrente del agua, a las mil voces estruendosas del agua del mal. En toda la historia del cine, nunca se había filmado de manera tan impresionante y fascinante la potente caída del agua, las cataratas, el estruendo tremendo de su fuerza. La Naturaleza se convierte aquí en terrible ópera triunfal.

Pero la Cultura vence a la Natura: la música del jesuita Gabriel calma al salvaje. Y el otro hombre (el capitán mercenario de esclavos Rodrigo de Mendoza) lucha noble y esforzadamente, de manera casi angustiosa, con su penitencia, arrastrando hasta la extenuación su pesada carga. Y llora abiertamente, histéricamente, ante el triunfo de su esfuerzo. Y los dos hombres (el jesuita Gabriel y el capitán Rodrigo) se funden en un abrazo; el abrazo de la Misión de la Fe. Vence el noble esfuerzo del arrepentimiento del hombre para purgar su crimen y su pecado.

He aquí que podemos ver cómo la fuerza es “esfuerzo”:


Noble es el que se exige
y Hombre tan sólo aquél
que cada día renueva su es-fuerzo.

Y el milagro de la inteligencia y de la voluntad del hombre construyen la Misión de San Carlos, la Misión de la Fe. Fe en Dios, pero también fe en la vida y en el hombre.

Pero si la Naturaleza es terrible, más terrible es la maldad del hombre; maldad que destruye la Obra Misional. La Obediencia siempre ha de tener razón: por encima de la Verdad, del Bien, y de la Justicia. Y llega la destrucción.

Pero la matanza, el fuego destructor y la muerte no pueden vencer a la Cruz, a la Vida Eterna. Y ya no hubo en la tierra selvática, que ya empezaba a volverse humo, ningún muerto más: un cielo nuevo y unos árboles nuevos abren la puerta a una luz, la luz de la Esperanza. Vuelven a aflorar la música (el violín que flota en el agua) y la inocencia del niño. Y ya no volvió a caer más lluvia porque el cielo era nuevo y la selva también.

Y fueron vistos los muertos delante de Dios y fueron juzgados según sus obras. La película acaba, pero no tiene fin. Y no tiene fin porque “los gloriosos muertos siempre serán los vivos.”

ETERNAMENTE.

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