miércoles, 15 de junio de 2011

PEQUEÑAS MENTIRAS SIN IMPORTANCIA, honda radiografía de las miserias y bondades de las relaciones y reacciones de hombres y mujeres en la cuarentena.







PEQUEÑAS MENTIRAS SIN IMPORTANCIA, honda radiografía de las miserias y bondades de las relaciones y reacciones de hombres y mujeres a los cuarenta.


Es una de esas películas que -parodiando su título- no parece que tenga un tema de mucha importancia, con un planteamiento sencillo pero que cala muy hondo porque refleja con mucha pericia y maestría las miserias y bondades de las relaciones de hombres y mujeres en la cuarentena.

Se trata de un grupo de amigos que tiene la costumbre de reunirse en sus vacaciones de verano. Y este verano, a pesar de que uno de ellos sufre un accidente en París unos días antes de partir (magistral el comienzo del inesperado accidente en moto del amigo en las calles del amanecer parisino después de pasar la noche en una discoteca y de la posterior visita con la “máscara de la amistad” de las mascarillas al hospital), deciden no romper esta tradición. Ya en la playa, sus contradicciones afloran y su amistad se pone a prueba. Juntos se verán obligados a convivir con esos pequeños obstáculos, manías, contradicciones, dudas y egoísmos personales aparentemente sin importancia que se producen en el convivir diario pero que son los que obstaculizan o también en algunos casos nos pueden hacer fortalecer las relaciones humanas personales. Magnífica esta película de Guillaume Canet: el secreto de su calado es una extraordinaria interpretación actoral en la que todos los actores son protagonistas en un determinado momento y secundarios del protagonista en el momento que corresponde y con un reparto coral extraordinario desde el primer actor hasta el último. Es una de esas películas en la que te sumerges sin darte cuenta, y, a veces, ríes; y otras, lloras, y muchas, te compadeces del protagonista en escena y que se te hace corta (a pesar de su larga duración más de dos horas y media). Destaca sobre todo la magnífica radiografía que hace de los hombres (infantiles, obsesivos, ligones, románticos, infieles, inmaduros, inestables, inseguros aunque poderosos en apariencia pero temerosos en la realidad), aunque el personaje femenino de Marie (Marion Cotilliard), con sus dudas, inseguridades y veleidades y la consecuencia de un inesperado embarazo esté muy bien dibujado. Hay escenas magistrales aparte de las primeras citadas, como la de la mujer del fisioterapeuta Vincent corriendo por la playa para desahogarse de su falta de sexo, la de los dos amigos encallados en el barco en medio del mar, o la del llanto de Marie tras descubrir su embarazo a su amigo y el posterior abrazo entre ambos, y, pese a un melodramático aunque emocionante y emotivo final en el entierro del accidentado con arena de la playa sobre la tumba incluida, es una de esas películas que te gustaría que no acabara nunca porque es “como el vivir mismo”. Una película generacional (los hombres y mujeres a los cuarenta) pero que plantea cuestiones universales- que nos pasan a todos en mayor o menor medida- y en las que todos podemos vernos reflejados y que nos cala en lo profundo de nuestra psique.

¿Estamos ante la aparición de un nuevo gran director? La veta abierta en esta película así lo puede predecir e indicar.

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